Relatos para el día de San Valentín.
El
primer relato de estos tres que podréis leer, próximamente, lo cree una tarde a
mediados de febrero de 2013, cuando el día de San Valentín empezaba a hacer mella en aquellos que me rodeaban. Fue
entonces cuando decidí escribir un relato dedicado especialmente para esta
fecha. Pero, lo que no quería hacer es escribir el típico relato de amor.
Sencillamente porque no me gusta escribir ese tipo de historias. Por eso decidí
escribir un relato que fuera sobre amor, sobre la cara mala del amor. Más bien
se podría clasificar como un relato de desamor. El día de San Valentín publique
el primero; El monstruo. Pero, poco después, mucha gente me pidió una segunda
parte y acepte. Cuándo me disponía a escribir la segunda parte, La traición, me di cuenta de que para
acabar la historia por completo y conocer a los tres personajes principales había
que tener una tercera parte. No tarde mucho en ponerle nombre; El héroe.
Ahora
que ya sabes un poco más de estos tres relatos, te invito a que los leas. No
importa si no estás en el día de San Valentín, pero si cuando lo leas es San Valentín
olvídate de todo lo relacionado con ese día. Tanto como si es un día feliz,
cómo si es uno normal o irritante. Relájate, mientras estés leyendo estos
relatos ya no serás tú. Te convertías en un protagonista atormentado por la
presencia de un monstruo en su vida, te veras envuelto en la peor de las
traiciones para, finalmente, acabar como un héroe.
El monstruo
Es mucho más tarde de
lo que en realidad te gustaría que fuera. Probablemente, sean las cuatro de la
mañana y tú sigues ahí frente a la pantalla de tu portátil. Te escuecen los
ojos y tus parpados amenazan con cerrarse. Pero no quieres irte a dormir, porque
sabes que en cuanto tus parpados se cierren y te metas en la cama, en cuanto lo
hagas; el monstruo te atrapara y no te soltara. Pero, ¿Qué esperabas? Lo
creaste tú, a partir de malas palabras y de miradas cargadas de indiferencia
y a veces, de asco. Pero ya no quieres
recordar como paso, ¿verdad? Porque recordar cómo has llegado a esto te
duele…te duele mucho.
Abres los ojos
lentamente esperando encontrarte en otro lugar que no sea tu casa y cuando te
das cuenta que sigues tumbada en tu cama, la sonrisa, que minutos antes había
aparecido de la nada, se borra como si nunca hubiera estado allí. Te sientas
sobre tu cama y las lágrimas recorren rápidamente tus mejillas para lanzarse
velozmente al frio parqué que hay en tu habitación. Sabes que estará allí abajo,
sabes que te escupirá algún que otro Buenos
días, pero no se dignara a mirarte cuando lo haga, sabes que no te
complacerá nunca más con una de sus miradas. Porque las miradas y las sonrisas
han acabado para siempre, ahora solo te queda aceptarlo.
Con el ánimo a tres
metros bajo tierra, arrastras los pies hasta el baño donde te duchas y
finalmente te vistes para bajar a la cocina .Él está ahí. Está sentado sobre
una silla mientras observa pensativo su desayuno. Sabes muy bien lo que tienes
que hacer; coger tu desayuno e irte a comértelo a la parte más alejada del
salón, sin mirarle. No, hoy no le miraras. Las miradas se han acabado. Pero aun
que te resistas no puedes pasar sin mirarle detenidamente. Su pelo dorado le
cae por los ojos y en sus ojos negros brilla la indiferencia que ahora siente
hacia ti. Esa mirada te hela la sangre y hace que corras hacia tu habitación.
Nadie sabe por lo que estas pasando, nadie sabe lo mucho que te duele tenerlo
ahí en tu casa, nadie sabe que estas terriblemente enamorada del monstruo.
Subes corriendo las
escaleras mientras las lágrimas brotan de tus ojos. Cierras la puerta
cuidadosamente para que mamá y papá no se enteren de lo que te pasa. No estaría
bien que se enteraran, ¿verdad?, ¿Qué harían si supieran todo lo que has estado
haciendo durante estos años? ¿Y si supieran todo lo que le has dicho? Pero no
lo sabrán.
Te conviertes en un pequeño e insignificante ovillo humano situado
en la penumbra de tu habitación .No sabes cómo esto ha acabado así. Y pensar
que apenas hace dos años sabias que tú siempre
llevarías las riendas del juego. Ahora todo ha cambiado.
Una melodía se cuela
por tu habitación y al instante la reconoces; es tu vecino que esta tocando.
Esta vez está tocando una canción plagada de melancolía que hace que llores
más, mucho más. Entre lágrima y lágrima intentas buscar una frase o por lo
menos una palabra que te pueda consolar. Pero no existen. En esta historia, tú
eres la mala. Todo ha sido culpa tuya y ahora solo estas pagando las
consecuencias. Te levantas y fijas la mirada en la ventana donde observas como
las gotas de lluvia se deslizan silenciosamente sobre el cristal. Y entonces,
aun que no quieras hacerlo, empiezas a
recordar como ha pasado todo.
El tiempo empezaba a mejorar anunciando que la
estación más deseada y esperada tanto por jóvenes como para adultos, ya estaba
aquí. Y tu sabias perfectamente lo que aquello significaba. Otra visita del que
más tarde apodarías como “El monstruo”. Todos los veranos tu familia invitaba a
la suya a pasar las vacaciones en tu casa. Lo que para ti significaba tener que
aguantar un mes al niño rellenito, sudoroso y despeinado. El que siempre había
estado extrañamente enamorado de ti. Y tu familia y la suya siempre habían
esperado con ilusión que algún día os enamorarais y más tarde os casaseis. En
aquel verano, en el que apenas tenias catorce años, no te dignaste ni a
plantearte esa opción. ¿Cómo ibas a salir tú, una reina de la belleza, con
aquel monstruo? Imposible.
Como cada tarde, el siempre te seguía hasta la buhardilla
donde pasaba horas contemplándote mientras dibujabas, lo único que se te daba bien,
o te hablaba sobre los libros que leía, su mayor afición. Pero aquella tarde en
la que contemplabas como llovía desde la pequeña e insignificante ventana, todo
cambió. No se quedó callado como solía hacer, empezó a hablar y no sobre
cualquier tema. Las palabras se escapaban rápidamente de sus labios para
adentrarse y golpear bruscamente tus oídos.
Ladeaste la cabeza cuando te lo dijo. Fue una simple
frase, tres palabras y diecinueve letras. No sabías que decirle, no sabías que
hacer. Entonces bajaste la mirada hacia el suelo y repetiste sus mismas
palabras<< ¿Quieres salir conmigo?>>.Cuando alzaste la mirada para
contemplarlo una sonrisa burlona atravesó tu rostro y entonces, fue cuando le
dijiste lo que realmente pensabas de él. Cantidad de veces le habías criticado
e insultado desde que tenías uso de razón, pero eran solo pequeñas
insinuaciones y sarcasmos. Ahora hablabas en serio, sin tapujos. Le contaste
con todo lujo de detalles las arcadas que sentías con solo pensar en él y
acabaste insultándolo y realzando sus defectos entre ellos su sobrepeso y sus
pequeños ojos negros.
El no lloró, cómo siempre pensaste que haría, se
limito a asentir a cada palabra que le decías .Aquella fue la última vez que lo
volviste a ver con catorce años debido a que ese era su ultimo día en la
ciudad.
Habían pasado dos años desde la última visita de los
amigos de tus padres. Nunca justificaron de ninguna forma su ausencia durante
el verano pasado, pero no te dignaste a preguntárselo. No te importaba lo más
mínimo.
Podías oír con cierta claridad como sus padres y los
tuyos se abrazaban y reían ruidosamente en el salón. Mientras, tu, esperabas a
que el apareciese y te mirara, a que te pregunta que tal habías estado o que,
simplemente, te hablara. Pero ya nada era igual.
Abrazaste y sonreíste a sus padres mientras ellos
hacían las típicas preguntas y observaciones como:<< ¿Qué tal?>> y <>.Pasaste
la mirada por el salón hasta que te encontraste con la suya. Ya no era él. Se
había convertido en alguien totalmente irreconocible. Su pelo, casi siempre
despeinado y largo, ahora estaba muy corto y peinado a la perfección. Ya no era
el chico bajito con sobrepeso, ahora era
alto y muy delgado. En este momento tenía una bonita sonrisa. Sus pequeños ojos
negros ya no eran tan pequeños y se podía ver un brillo especial en ellos.
Ahora-pensaste con una sonrisa-es perfecto para mí. Pero el ya no pensaba lo mismo.
No solo había cambiado su físico si no también su personalidad.
Las pocas veces que te dignaste a mirarle a los ojos
podías leer perfectamente lo que ahora pensaba sobre ti. Cuando te miraba sus ojos
ya no brillaban y no sonreía, simplemente se dedicaba a sujetarte la mirada con
determinación. Diste un paso hacia atrás, no te esperabas ese recibimiento.
Los días ya no eran iguales.Él ya no subía contigo
a la buhardilla a observarte mientras dibujabas. Se limitaba a mantener los
ojos fijos en su móvil. Y fue durante esos días en los que te diste cuenta de
que estabas enamorada de él. Casi sin que te dieras cuenta, los días se volvieron completamente grises y las
lágrimas nunca abandonaron al completo tu rostro. Fue en esos instantes,
mientras reflexionabas sobre el daño que te estaba causando, cuando elegiste su
apodo. Encajaba a la perfección. Él era un monstruo, tu monstruo. Era él que no
te dejaba dormir por las noches y que te castigaba por el día con su cruel
indiferencia.
Apartas rápidamente
la mirada de la ventana y te intentas limpiar vagamente las mejillas de las
lágrimas. En estos últimos días te has
dado cuenta de que echas de menos a ese niño rellenito y despeinado. Echas de
menos como te miraba. Echas de menos como
te sonreía y te recomendaba sus libros favoritos. Echas de menos que te
quisiese.
¡Toc-Toc….!
Tocan tres veces tu
puerta. Te sobresaltas y andas hasta tocar el pomo de la puerta. Durante unos
instantes las dudas de apoderan de ti. ¿Quién será? ¿El monstruo? ¿Mamá? ¿Papá?
Sea quien sea sabes que no te pueden ver así. No, no pueden. ¿Qué harán si te
ven así? Probablemente te pregunten qué te pasa y no pueden saberlo, así que,
límpiate las lagrimas, rápido, muy rápido y abre la puerta.
Giras lentamente el pomo de la puerta hasta
que se abre y encuentras a tu madre, sonriendo. Te dice, que como los días
anteriores, los padres de “El monstruo” y ellos van a volver a salir. Tú,
asientes sintiendo una punzada nervios en la tripa y después de forzar una
sonrisa le dices que estarás encantada de quedarte a solas con él. Pero no lo estás.
Ya es la segunda vez
que te llaman para que bajes a comer, pero no quieres hacerlo. Sientes como una
parte de ti quiere taparse con las mantas y permanecer para siempre metida en
la cama. Pero aunque te pasaras el resto de tu vida bajo las mantas el monstruo
te atraparía igual, puede que no físicamente pero mentalmente sí. Porqué el
siempre permanece en tus recuerdos. Es algo imborrable. Una mancha en tu
expediente que no se puede tapar ni siquiera con tipex. Una herida que sabes
que jamás cicatrizara.
Reúnes todas las
fuerzas que te quedan y te deslizas por las escaleras hasta llegar a la cocina.
Todos sonríen. Incluso él lo hace, pero, no te hagas ilusiones, no es por ti
por quien sonríe sino por algo que acaba de leer en su móvil.
La comida te repugna,
pero aun así comes para que nadie sospeche. Tus padres y los suyos hablan y
ríen animadamente y de vez en cuando te ves obligada a soportar la falsa
cortesía de sus padres. En cuanto acabas de comer diriges la vista hacia a él y
tras observar que sigue hablando con alguien por el móvil, corres escaleras
arriba a encerrarte a tu cuarto. Sabes con quien está hablando. Con ella.
Observas como mamá,
ataviada con un vestido negro de fiesta, se dirige hacia a ti y después de
darte las buenas noches y un beso en la frente se va. Oyes el ruido que hace la
puerta principal al cerrarse. Ya se han ido. Suspiras y te levantas de la cama
donde yacías desde la hora de comer.
Resignada te pones la chaqueta y andas con pies de
plomo hasta la habitación en la que está él. Sabes que hará lo mismo que las noches
anteriores. Cogerá las llaves de repuesto que tus padres guardan en un cajón de
una de las encimeras, se enfundara en su chaqueta y se adentrará en la fría
noche de verano, echará a andar hasta ese parque que conoces tan bien para
finalmente reunirse con ella hasta bien entrada la madrugada, después se
despedirán con un fugaz beso y tu lo observaras mientras lloras, desconsolada,
pensando que quizás sí años atrás te hubieras callado o valorado mas su
amistad; ahora tu serias esa chica.
Él ya ha salido de
casa. No quieres quedarte atrás, por eso recorres rápidamente el pasillo y
bajas ruidosamente por las escaleras. Abres la puerta y sientes como el frio
entra por todas las partes de tu cuerpo. Sientes un escalofrió y empiezas a
seguirle silenciosamente. Siguiendo a una distancia prudente sus pasos, te
adentras en el parque y desde un arbusto observas como se reúne con ella.
En esta ocasión, ella
lleva un vestido de color rosa y su pelo negro como el carbón y ligeramente rizado
está recogido en una trenza que le cae por la espalda. Esta sentada en el banco
de todas las noches. Las ramas del arbusto no te dejan tener muy buena vista de
lo que está pasando, pero aun así puedes observar cómo están hablando de cosas
intrascendentes, al igual que todas las noches. Después se besan durante media
hora mientras tú los observas haciendo milagros para que las lagrimas no
vuelvan a brotar de tus ojos. Ayer te prometiste que no llorarías más cuando
los vieras juntos. Pero ahora te está costando mucho mantener esa promesa.
Se dan el último beso
y con una pequeña sonrisa se despiden. Te muerdes el labio para no llorar.
Debes mantener tu promesa. No puedes llorar, no, no, esta vez no.
Cada uno se separa y él emprende el camino a casa. No sabes porque pero mientras le sigues rompes tu
promesa y empiezas a llorar. Las lagrimas, frías y saladas, te empañan los
ojos y hacen que andes mucho más despacio. Por un momento estás segura de que te
pillará. Pero él no se da la vuelta. Aceleras el paso y te caes mientras
sientes como las diminutas piedras se clavan en las palmas de tus manos y en
tus rodillas. Quieres gritar, pero el
nudo que tienes en la garganta te lo impide. Además, sabes perfectamente que
nadie te ayudaría y mucho menos él.
Das una vuelta más
.No te puedes dormir. Sabes que en cuanto te duermas los recuerdos de esta
noche caerán sobre ti ¿Por qué la quiere a ella y no a ti? ¿Por qué no se
arrastra a tus pies como antes? ¿Por qué ya no te quiere? ¿Por qué ya no es el
niño que devoraba libros? Por tú culpa.
Ahora es igual que todos los demás chicos. Ahora piensa que leer es de frikis y solo se preocupa de que su
pelo este siempre engominado con
absoluta corrección. Pero en algún rincón
de esa nueva persona en la que se ha transformado sabes que sigue viviendo ese
niño gordo y sudoroso, a la espera de que alguien lo saque a la luz.
Por fin sientes que
el cansancio se está apoderando de ti. Al principio dudas si es lo mejor,
porque sabes que en cuanto te duermas, al igual que todas las noches
anteriores, los recuerdos del monstruo te causaran las peores pesadillas
imaginables en las que todo seguirá igual tu enamorada de él y él odiándote,
pero quizá, solo quizá tengas suerte y te sumerjas en la inconsciencia hasta
que te despiertes.
Abres lentamente los
ojos y observas como la luz se filtra desde la ventana de tu habitación. Te
sientas en medio de la cama mientras te echas una manta por los hombros.
Extrañamente hace mucho frio en tu habitación. Andas hasta el cuarto del baño
donde te detienes unos minutos frente al espejo.
Observas tu reflejo ante el espejo, ya no eres tan guapa como hace dos años. Es por eso porque ya no
te quiere, ahora tiene una mejor. Ahora la tiene a ella. Observas como tu piel
esta mucho más pálida de lo normal y debajo de tus ojos han aparecido unas
ojeras causadas por el insomnio que has vivido desde que llegó él.
Después de una larga
y reconfortante ducha de más o menos de veinte
minutos bajas al salón donde tus padres y sus invitados te esperan para
desayunar. Te sientas al lado de tus padres y empiezas a beberte la leche
caliente mientras escuchas atentamente
la conversación de tus padres. De repente sientes una punzada de nervios
causada por lo que acaban de decir. Otra vez están hablando sobre novios.
Levantas la vista en dirección a él, esperando que aporte algo, pero decide guardar silencio, como siempre. Sin que
estés preparada para pasar mucho tiempo a solas con él, tus padres y los suyos
se levantan objetando que os quieren dejar solos.
Ya han pasado diez
minutos desde que estas ahí sentada en el salón. Un silencio frio e incomodo
inunda la habitación. Te revuelves en tu asiento rezando porque diga algo. No
puedes soportar estar silencio. Pero el permanece callado, por un momento lo
miras fijamente y puedes ver en sus ojos a ese niño al que solías conocer.
Sonríes. Y, de repente al recordar que ya ni siquiera sois amigos, una lagrima
se desliza por tu mejilla y después de esta otra y luego otra, hasta que te
echas las manos a la cara y te conviertes en manojo de sollozos. Pero, ¿Qué
estás haciendo? Se suponía que no debías llorar. No delante de él. Se suponía
que debías ser fuerte, muy fuerte.
Te levantas haciendo
amago de que ya no aguantas más y que te piensas ir a tu habitación. Durante unos
instantes el permanece pensativo y expectante. Andas hacia tu habitación, ya
casi estas frente a las escaleras. Pero justo antes de que te lances escaleras
arriba sientes que alguien está tirando con fuerza de tu brazo. Es él.
Te das la vuelta a
punto de gritarle que te suelte. Pero hace caso omiso de tus advertencias
visuales y te rodea con sus brazos, haciendo que ya no haya espacio entre
vosotros. Pasa delicadamente la mano por tu cintura mientras tú hundes tu cara,
empapada por las lágrimas, en su hombro.
¿Qué está pasando?, te preguntas, mientras te empiezas a sentir realmente bien.
Permanecéis así durante minutos, que te saben a muy poco, y inmediatamente él
se aparta ligeramente. Pero no quieres que esto acabe, ¿verdad?, temes que en
cuanto os separéis nada haya cambiado y él siga siendo el monstruo que te odia
y tú sigas siendo la mala de la película. Una vez que te os habéis separado un
casi inaudible Lo siento mucho se
escapa de tu boca. Él pone la mano en tu mejilla obligándote a mirarle y entonces
con toda la crueldad y asco posible dice: Hace
dos años hubiera valido, pero ahora ya no.
Subes despacio las
escaleras hasta tu habitación, andas por el pasillo y tras oír el ruido que
hace tu puerta al abrirse, entras y te tumbas en la cama. No quieres pensar
pero tu cerebro no deja de darle vueltas a lo mismo de siempre. ¿Tiene él la razón? ¿Lo hiciste tan mal esa vez? La
verdad está muy clara y aunque está delante de tus narices no quieres verla,
prefieres pensar que él es un exagerado y que él es el monstruo. Pero en
realidad, querida, tú eres el monstruo y de eso no le cabe duda a nadie.
Te levantas de la
cama y tus ojos se topan con el calendario. Te acercas y posas el dedo en el
día en el que estas y descubres maravillada que ya solo queda un día para que
la tortura acabe. Sabes que el siempre vivirá en los recuerdos y en los ecos de
vuestras conversaciones pero, aún así, eso es mucho mejor que tener que
soportar su presencia. Dentro de doce horas y cuarenta cinco minutos podrás
contemplar como el monstruo abandona tu casa y, por el momento, tú vida.
Hoy es el último. Él
día mas anhelado desde que llego él. El día en el que todo acabara. El día que
por fin conseguirás tu ansiada libertad. El día en el que el desaparecerá.
Levantas la mano
mientras oyes detenidamente el ruido que hace el motor al encenderse y
arrancar. La despedida ha sido fría y distante. La tensión era palpable en el
ambiente mientras le decías un último Adiós.
No has sonreído ni una sola vez, él tampoco. Las únicas sonrisas que han
adornado esa despedida han sido la de los padres de ambos. Y, aunque sabes que
deberías sentirte bien, algo perturba tu mente. Es la sensación de que tu
libertad acabara pronto. En cuanto abras la puerta de casa los recuerdos
volverán a ti y en tu cabeza se repetirá cada conversación que tuviste con él,
cada mirada. Y lo peor, sabes que estos días de paz no duraran para siempre,
porqué el monstruo; siempre vuelve.
El monstruo
Es mucho más tarde de
lo que en realidad te gustaría que fuera. Probablemente, sean las cuatro de la
mañana y tú sigues ahí frente a la pantalla de tu portátil. Te escuecen los
ojos y tus parpados amenazan con cerrarse. Pero no quieres irte a dormir, porque
sabes que en cuanto tus parpados se cierren y te metas en la cama, en cuanto lo
hagas; el monstruo te atrapara y no te soltara. Pero, ¿Qué esperabas? Lo
creaste tú, a partir de malas palabras y de miradas cargadas de indiferencia
y a veces, de asco. Pero ya no quieres
recordar como paso, ¿verdad? Porque recordar cómo has llegado a esto te
duele…te duele mucho.
Abres los ojos
lentamente esperando encontrarte en otro lugar que no sea tu casa y cuando te
das cuenta que sigues tumbada en tu cama, la sonrisa, que minutos antes había
aparecido de la nada, se borra como si nunca hubiera estado allí. Te sientas
sobre tu cama y las lágrimas recorren rápidamente tus mejillas para lanzarse
velozmente al frio parqué que hay en tu habitación. Sabes que estará allí abajo,
sabes que te escupirá algún que otro Buenos
días, pero no se dignara a mirarte cuando lo haga, sabes que no te
complacerá nunca más con una de sus miradas. Porque las miradas y las sonrisas
han acabado para siempre, ahora solo te queda aceptarlo.
Con el ánimo a tres
metros bajo tierra, arrastras los pies hasta el baño donde te duchas y
finalmente te vistes para bajar a la cocina .Él está ahí. Está sentado sobre
una silla mientras observa pensativo su desayuno. Sabes muy bien lo que tienes
que hacer; coger tu desayuno e irte a comértelo a la parte más alejada del
salón, sin mirarle. No, hoy no le miraras. Las miradas se han acabado. Pero aun
que te resistas no puedes pasar sin mirarle detenidamente. Su pelo dorado le
cae por los ojos y en sus ojos negros brilla la indiferencia que ahora siente
hacia ti. Esa mirada te hela la sangre y hace que corras hacia tu habitación.
Nadie sabe por lo que estas pasando, nadie sabe lo mucho que te duele tenerlo
ahí en tu casa, nadie sabe que estas terriblemente enamorada del monstruo.
Subes corriendo las
escaleras mientras las lágrimas brotan de tus ojos. Cierras la puerta
cuidadosamente para que mamá y papá no se enteren de lo que te pasa. No estaría
bien que se enteraran, ¿verdad?, ¿Qué harían si supieran todo lo que has estado
haciendo durante estos años? ¿Y si supieran todo lo que le has dicho? Pero no
lo sabrán.
Te conviertes en un pequeño e insignificante ovillo humano situado
en la penumbra de tu habitación .No sabes cómo esto ha acabado así. Y pensar
que apenas hace dos años sabias que tú siempre
llevarías las riendas del juego. Ahora todo ha cambiado.
Una melodía se cuela
por tu habitación y al instante la reconoces; es tu vecino que esta tocando.
Esta vez está tocando una canción plagada de melancolía que hace que llores
más, mucho más. Entre lágrima y lágrima intentas buscar una frase o por lo
menos una palabra que te pueda consolar. Pero no existen. En esta historia, tú
eres la mala. Todo ha sido culpa tuya y ahora solo estas pagando las
consecuencias. Te levantas y fijas la mirada en la ventana donde observas como
las gotas de lluvia se deslizan silenciosamente sobre el cristal. Y entonces,
aun que no quieras hacerlo, empiezas a
recordar como ha pasado todo.
El tiempo empezaba a mejorar anunciando que la
estación más deseada y esperada tanto por jóvenes como para adultos, ya estaba
aquí. Y tu sabias perfectamente lo que aquello significaba. Otra visita del que
más tarde apodarías como “El monstruo”. Todos los veranos tu familia invitaba a
la suya a pasar las vacaciones en tu casa. Lo que para ti significaba tener que
aguantar un mes al niño rellenito, sudoroso y despeinado. El que siempre había
estado extrañamente enamorado de ti. Y tu familia y la suya siempre habían
esperado con ilusión que algún día os enamorarais y más tarde os casaseis. En
aquel verano, en el que apenas tenias catorce años, no te dignaste ni a
plantearte esa opción. ¿Cómo ibas a salir tú, una reina de la belleza, con
aquel monstruo? Imposible.
Como cada tarde, el siempre te seguía hasta la buhardilla
donde pasaba horas contemplándote mientras dibujabas, lo único que se te daba bien,
o te hablaba sobre los libros que leía, su mayor afición. Pero aquella tarde en
la que contemplabas como llovía desde la pequeña e insignificante ventana, todo
cambió. No se quedó callado como solía hacer, empezó a hablar y no sobre
cualquier tema. Las palabras se escapaban rápidamente de sus labios para
adentrarse y golpear bruscamente tus oídos.
Ladeaste la cabeza cuando te lo dijo. Fue una simple
frase, tres palabras y diecinueve letras. No sabías que decirle, no sabías que
hacer. Entonces bajaste la mirada hacia el suelo y repetiste sus mismas
palabras<< ¿Quieres salir conmigo?>>.Cuando alzaste la mirada para
contemplarlo una sonrisa burlona atravesó tu rostro y entonces, fue cuando le
dijiste lo que realmente pensabas de él. Cantidad de veces le habías criticado
e insultado desde que tenías uso de razón, pero eran solo pequeñas
insinuaciones y sarcasmos. Ahora hablabas en serio, sin tapujos. Le contaste
con todo lujo de detalles las arcadas que sentías con solo pensar en él y
acabaste insultándolo y realzando sus defectos entre ellos su sobrepeso y sus
pequeños ojos negros.
El no lloró, cómo siempre pensaste que haría, se
limito a asentir a cada palabra que le decías .Aquella fue la última vez que lo
volviste a ver con catorce años debido a que ese era su ultimo día en la
ciudad.
Habían pasado dos años desde la última visita de los
amigos de tus padres. Nunca justificaron de ninguna forma su ausencia durante
el verano pasado, pero no te dignaste a preguntárselo. No te importaba lo más
mínimo.
Podías oír con cierta claridad como sus padres y los
tuyos se abrazaban y reían ruidosamente en el salón. Mientras, tu, esperabas a
que el apareciese y te mirara, a que te pregunta que tal habías estado o que,
simplemente, te hablara. Pero ya nada era igual.
Abrazaste y sonreíste a sus padres mientras ellos
hacían las típicas preguntas y observaciones como:<< ¿Qué tal?>> y <>.Pasaste
la mirada por el salón hasta que te encontraste con la suya. Ya no era él. Se
había convertido en alguien totalmente irreconocible. Su pelo, casi siempre
despeinado y largo, ahora estaba muy corto y peinado a la perfección. Ya no era
el chico bajito con sobrepeso, ahora era
alto y muy delgado. En este momento tenía una bonita sonrisa. Sus pequeños ojos
negros ya no eran tan pequeños y se podía ver un brillo especial en ellos.
Ahora-pensaste con una sonrisa-es perfecto para mí. Pero el ya no pensaba lo mismo.
No solo había cambiado su físico si no también su personalidad.
Las pocas veces que te dignaste a mirarle a los ojos
podías leer perfectamente lo que ahora pensaba sobre ti. Cuando te miraba sus ojos
ya no brillaban y no sonreía, simplemente se dedicaba a sujetarte la mirada con
determinación. Diste un paso hacia atrás, no te esperabas ese recibimiento.
Los días ya no eran iguales.Él ya no subía contigo
a la buhardilla a observarte mientras dibujabas. Se limitaba a mantener los
ojos fijos en su móvil. Y fue durante esos días en los que te diste cuenta de
que estabas enamorada de él. Casi sin que te dieras cuenta, los días se volvieron completamente grises y las
lágrimas nunca abandonaron al completo tu rostro. Fue en esos instantes,
mientras reflexionabas sobre el daño que te estaba causando, cuando elegiste su
apodo. Encajaba a la perfección. Él era un monstruo, tu monstruo. Era él que no
te dejaba dormir por las noches y que te castigaba por el día con su cruel
indiferencia.
Apartas rápidamente
la mirada de la ventana y te intentas limpiar vagamente las mejillas de las
lágrimas. En estos últimos días te has
dado cuenta de que echas de menos a ese niño rellenito y despeinado. Echas de
menos como te miraba. Echas de menos como
te sonreía y te recomendaba sus libros favoritos. Echas de menos que te
quisiese.
¡Toc-Toc….!
Tocan tres veces tu
puerta. Te sobresaltas y andas hasta tocar el pomo de la puerta. Durante unos
instantes las dudas de apoderan de ti. ¿Quién será? ¿El monstruo? ¿Mamá? ¿Papá?
Sea quien sea sabes que no te pueden ver así. No, no pueden. ¿Qué harán si te
ven así? Probablemente te pregunten qué te pasa y no pueden saberlo, así que,
límpiate las lagrimas, rápido, muy rápido y abre la puerta.
Giras lentamente el pomo de la puerta hasta
que se abre y encuentras a tu madre, sonriendo. Te dice, que como los días
anteriores, los padres de “El monstruo” y ellos van a volver a salir. Tú,
asientes sintiendo una punzada nervios en la tripa y después de forzar una
sonrisa le dices que estarás encantada de quedarte a solas con él. Pero no lo estás.
Ya es la segunda vez
que te llaman para que bajes a comer, pero no quieres hacerlo. Sientes como una
parte de ti quiere taparse con las mantas y permanecer para siempre metida en
la cama. Pero aunque te pasaras el resto de tu vida bajo las mantas el monstruo
te atraparía igual, puede que no físicamente pero mentalmente sí. Porqué el
siempre permanece en tus recuerdos. Es algo imborrable. Una mancha en tu
expediente que no se puede tapar ni siquiera con tipex. Una herida que sabes
que jamás cicatrizara.
Reúnes todas las
fuerzas que te quedan y te deslizas por las escaleras hasta llegar a la cocina.
Todos sonríen. Incluso él lo hace, pero, no te hagas ilusiones, no es por ti
por quien sonríe sino por algo que acaba de leer en su móvil.
La comida te repugna,
pero aun así comes para que nadie sospeche. Tus padres y los suyos hablan y
ríen animadamente y de vez en cuando te ves obligada a soportar la falsa
cortesía de sus padres. En cuanto acabas de comer diriges la vista hacia a él y
tras observar que sigue hablando con alguien por el móvil, corres escaleras
arriba a encerrarte a tu cuarto. Sabes con quien está hablando. Con ella.
Observas como mamá,
ataviada con un vestido negro de fiesta, se dirige hacia a ti y después de
darte las buenas noches y un beso en la frente se va. Oyes el ruido que hace la
puerta principal al cerrarse. Ya se han ido. Suspiras y te levantas de la cama
donde yacías desde la hora de comer.
Resignada te pones la chaqueta y andas con pies de
plomo hasta la habitación en la que está él. Sabes que hará lo mismo que las noches
anteriores. Cogerá las llaves de repuesto que tus padres guardan en un cajón de
una de las encimeras, se enfundara en su chaqueta y se adentrará en la fría
noche de verano, echará a andar hasta ese parque que conoces tan bien para
finalmente reunirse con ella hasta bien entrada la madrugada, después se
despedirán con un fugaz beso y tu lo observaras mientras lloras, desconsolada,
pensando que quizás sí años atrás te hubieras callado o valorado mas su
amistad; ahora tu serias esa chica.
Él ya ha salido de
casa. No quieres quedarte atrás, por eso recorres rápidamente el pasillo y
bajas ruidosamente por las escaleras. Abres la puerta y sientes como el frio
entra por todas las partes de tu cuerpo. Sientes un escalofrió y empiezas a
seguirle silenciosamente. Siguiendo a una distancia prudente sus pasos, te
adentras en el parque y desde un arbusto observas como se reúne con ella.
En esta ocasión, ella
lleva un vestido de color rosa y su pelo negro como el carbón y ligeramente rizado
está recogido en una trenza que le cae por la espalda. Esta sentada en el banco
de todas las noches. Las ramas del arbusto no te dejan tener muy buena vista de
lo que está pasando, pero aun así puedes observar cómo están hablando de cosas
intrascendentes, al igual que todas las noches. Después se besan durante media
hora mientras tú los observas haciendo milagros para que las lagrimas no
vuelvan a brotar de tus ojos. Ayer te prometiste que no llorarías más cuando
los vieras juntos. Pero ahora te está costando mucho mantener esa promesa.
Se dan el último beso
y con una pequeña sonrisa se despiden. Te muerdes el labio para no llorar.
Debes mantener tu promesa. No puedes llorar, no, no, esta vez no.
Cada uno se separa y él emprende el camino a casa. No sabes porque pero mientras le sigues rompes tu
promesa y empiezas a llorar. Las lagrimas, frías y saladas, te empañan los
ojos y hacen que andes mucho más despacio. Por un momento estás segura de que te
pillará. Pero él no se da la vuelta. Aceleras el paso y te caes mientras
sientes como las diminutas piedras se clavan en las palmas de tus manos y en
tus rodillas. Quieres gritar, pero el
nudo que tienes en la garganta te lo impide. Además, sabes perfectamente que
nadie te ayudaría y mucho menos él.
Das una vuelta más
.No te puedes dormir. Sabes que en cuanto te duermas los recuerdos de esta
noche caerán sobre ti ¿Por qué la quiere a ella y no a ti? ¿Por qué no se
arrastra a tus pies como antes? ¿Por qué ya no te quiere? ¿Por qué ya no es el
niño que devoraba libros? Por tú culpa.
Ahora es igual que todos los demás chicos. Ahora piensa que leer es de frikis y solo se preocupa de que su
pelo este siempre engominado con
absoluta corrección. Pero en algún rincón
de esa nueva persona en la que se ha transformado sabes que sigue viviendo ese
niño gordo y sudoroso, a la espera de que alguien lo saque a la luz.
Por fin sientes que
el cansancio se está apoderando de ti. Al principio dudas si es lo mejor,
porque sabes que en cuanto te duermas, al igual que todas las noches
anteriores, los recuerdos del monstruo te causaran las peores pesadillas
imaginables en las que todo seguirá igual tu enamorada de él y él odiándote,
pero quizá, solo quizá tengas suerte y te sumerjas en la inconsciencia hasta
que te despiertes.
Abres lentamente los
ojos y observas como la luz se filtra desde la ventana de tu habitación. Te
sientas en medio de la cama mientras te echas una manta por los hombros.
Extrañamente hace mucho frio en tu habitación. Andas hasta el cuarto del baño
donde te detienes unos minutos frente al espejo.
Observas tu reflejo ante el espejo, ya no eres tan guapa como hace dos años. Es por eso porque ya no
te quiere, ahora tiene una mejor. Ahora la tiene a ella. Observas como tu piel
esta mucho más pálida de lo normal y debajo de tus ojos han aparecido unas
ojeras causadas por el insomnio que has vivido desde que llegó él.
Después de una larga
y reconfortante ducha de más o menos de veinte
minutos bajas al salón donde tus padres y sus invitados te esperan para
desayunar. Te sientas al lado de tus padres y empiezas a beberte la leche
caliente mientras escuchas atentamente
la conversación de tus padres. De repente sientes una punzada de nervios
causada por lo que acaban de decir. Otra vez están hablando sobre novios.
Levantas la vista en dirección a él, esperando que aporte algo, pero decide guardar silencio, como siempre. Sin que
estés preparada para pasar mucho tiempo a solas con él, tus padres y los suyos
se levantan objetando que os quieren dejar solos.
Ya han pasado diez
minutos desde que estas ahí sentada en el salón. Un silencio frio e incomodo
inunda la habitación. Te revuelves en tu asiento rezando porque diga algo. No
puedes soportar estar silencio. Pero el permanece callado, por un momento lo
miras fijamente y puedes ver en sus ojos a ese niño al que solías conocer.
Sonríes. Y, de repente al recordar que ya ni siquiera sois amigos, una lagrima
se desliza por tu mejilla y después de esta otra y luego otra, hasta que te
echas las manos a la cara y te conviertes en manojo de sollozos. Pero, ¿Qué
estás haciendo? Se suponía que no debías llorar. No delante de él. Se suponía
que debías ser fuerte, muy fuerte.
Te levantas haciendo
amago de que ya no aguantas más y que te piensas ir a tu habitación. Durante unos
instantes el permanece pensativo y expectante. Andas hacia tu habitación, ya
casi estas frente a las escaleras. Pero justo antes de que te lances escaleras
arriba sientes que alguien está tirando con fuerza de tu brazo. Es él.
Te das la vuelta a
punto de gritarle que te suelte. Pero hace caso omiso de tus advertencias
visuales y te rodea con sus brazos, haciendo que ya no haya espacio entre
vosotros. Pasa delicadamente la mano por tu cintura mientras tú hundes tu cara,
empapada por las lágrimas, en su hombro.
¿Qué está pasando?, te preguntas, mientras te empiezas a sentir realmente bien.
Permanecéis así durante minutos, que te saben a muy poco, y inmediatamente él
se aparta ligeramente. Pero no quieres que esto acabe, ¿verdad?, temes que en
cuanto os separéis nada haya cambiado y él siga siendo el monstruo que te odia
y tú sigas siendo la mala de la película. Una vez que te os habéis separado un
casi inaudible Lo siento mucho se
escapa de tu boca. Él pone la mano en tu mejilla obligándote a mirarle y entonces
con toda la crueldad y asco posible dice: Hace
dos años hubiera valido, pero ahora ya no.
Subes despacio las
escaleras hasta tu habitación, andas por el pasillo y tras oír el ruido que
hace tu puerta al abrirse, entras y te tumbas en la cama. No quieres pensar
pero tu cerebro no deja de darle vueltas a lo mismo de siempre. ¿Tiene él la razón? ¿Lo hiciste tan mal esa vez? La
verdad está muy clara y aunque está delante de tus narices no quieres verla,
prefieres pensar que él es un exagerado y que él es el monstruo. Pero en
realidad, querida, tú eres el monstruo y de eso no le cabe duda a nadie.
Te levantas de la
cama y tus ojos se topan con el calendario. Te acercas y posas el dedo en el
día en el que estas y descubres maravillada que ya solo queda un día para que
la tortura acabe. Sabes que el siempre vivirá en los recuerdos y en los ecos de
vuestras conversaciones pero, aún así, eso es mucho mejor que tener que
soportar su presencia. Dentro de doce horas y cuarenta cinco minutos podrás
contemplar como el monstruo abandona tu casa y, por el momento, tú vida.
Hoy es el último. Él
día mas anhelado desde que llego él. El día en el que todo acabara. El día que
por fin conseguirás tu ansiada libertad. El día en el que el desaparecerá.
Levantas la mano
mientras oyes detenidamente el ruido que hace el motor al encenderse y
arrancar. La despedida ha sido fría y distante. La tensión era palpable en el
ambiente mientras le decías un último Adiós.
No has sonreído ni una sola vez, él tampoco. Las únicas sonrisas que han
adornado esa despedida han sido la de los padres de ambos. Y, aunque sabes que
deberías sentirte bien, algo perturba tu mente. Es la sensación de que tu
libertad acabara pronto. En cuanto abras la puerta de casa los recuerdos
volverán a ti y en tu cabeza se repetirá cada conversación que tuviste con él,
cada mirada. Y lo peor, sabes que estos días de paz no duraran para siempre,
porqué el monstruo; siempre vuelve.
Sin palabras.... Sinceramente, en blanco... Woow... Triste y, al mismo tiempo, precioso... No tengo palabras para definir qué me has hecho sentir... Sólo eso, precioso...
ResponderEliminarSigue así, y avísame cuando subas más.
Un besico =)
Muchas gracias por leerlo y por haber comentado. Me alegro mucho de que te haya gustado y que te haya hecho sentir eso…eso es lo que quería:)
EliminarCuando suba otro, te avisaré. Otro para ti:)
dios este relato es muy muy muy bueno de verdad es la pura realidad triste pero real me gusta mucho ^^
ResponderEliminarMuchas gracias me alegro de que te guste.Es un poco triste pero no podia acabar de otra forma.Un beso:)
Eliminar¡Me encanta! Es muy triste, pero el chico tiene razón. Cuando era gordito le rechazó, ¿por qué vuelve ahora? ¡Qué se hubiese dado cuenta antes! Jeje es precioso. Un besito<3
ResponderEliminarMe alegro de que te guste y ¡Gracias por comentar! Si que la tiene pero es un poco cruel para ella porque no puede enmendar su error pero el tampoco puede salir con ella y perder su dignidad.La verdad es que es un poco complicado.¡Otro para ti!:)
Eliminar¡Muero! ¡Muero!
ResponderEliminarEn serio, tu forma de relatar y dialogar, me mata. ¡Es perfecta, es perfecto este relato! Sinceramente, el año que viene tienes que hacer que vuelva el monstruo, es perfecto.
Lo que pasa, cuidadín, son las tildes de monosílabos: él; palabras que tienen que ir juntas: aunque; hay tildes que sobran...
Si lo mejoras, se que quedará perfecto :33
Ahora, hablando sobre mi opinión:
El narrador, ya que te cuenta toda la historia y te la detalla, queda precioso. También la historia del chico y de la chica -pero ella se lo ha buscado-. Además, las apariencias engañan, bien tendría que saber cómo sería, ¿verdad?
Es verdad, que me has enamorado con este gran relato, que quiero que crees otro parecido :33 ''El héroe'' (?)
Bueno, no me enrollo más. Un beso y te quiero:
Raúl.
¡Muchas gracias,Raúl!Me alegro de que te haya gustado la historia del chico y la chica.Es un poco triste pero es que no quería escribir la típica historia de amor para San Valentín.Me lo he pensado y creo que haré uno o dos mas sobre este,para completar la historia sobre estos tres chicos.Creo que el del año que viene se llamara "La traición"y el siguiente "El héroe"Por cierto,gracias por darme una idea para uno de los títulos. Un beso.
EliminarJoder tia vales para esto enserio, tengo los vellos de punta. Escribes super bien que lo sepas. No se que decirte porque es directamente PERFECTO.
ResponderEliminarTanto este relato como las demas novelas que estas haciendo, las sigo todas y de verdad, están realmente bien.
Haz que alguien importante lo lea y no desperdicies tu talento.
Un beso.
mari:)
Muchas gracias por leer el relato y por comentar.Me alegro mucho de que te haya gustado tanto el relato.Este relato (de todos lo que he hecho hasta el momento) es el que más me ha gustado.Espero que la segunda parte os impresione y os guste tanto como la primera.
EliminarMe alegro de que las sigas todad,de verdad que te lo agradezco¡Un beso!
Creo que no puedo decir nada mas aparte de extraordinario.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por leerlo y por comentar!Me alegro de que te parezca tan bueno:)
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